La astróloga en bicicleta
Yo la llamo la señora loca de la bici, es una mujer mayor, tal vez de 50 años; la primera vez que la vi iba llevando una bici, como de niño, con canastilla al frente (en la que siempre lleva bolsas de plástico a mi gusto misteriosas), se detuvo, y preguntó si teníamos comida para gato (todavía no la teníamos cuando aquella primera vez que crucé palabra con ella), muy agradable se despidió y dijo que después volvería. Pasados algunos días la volví a ver, pero pasó por la acera de enfrente, y así varios días, luego no la veía pasar; en una ocasión que pasaba observé que la llanta trasera de su bicicleta de niño estaba ponchada y además chueca (quiero resaltar, que nunca la vi montando la bici), a los pocos días ya no existía esa llanta, únicamente la llanta delantera. Hoy se detuvo, y me hizo dos preguntas: ¿Te interesa algún producto naturista o herbolario para curar dolores de huesos, de menopausia, de menstruación? No, muchas gracias -le dije, Pero son muy buenos -dijo ella, En verdad gracias -volví a decir.
Y luego me enteré de que es astróloga: ¿Y no sabrás de alguien que le interese que le lea las cartas? Por que tengo un pariente que sabe, y pues en vez de quedarme a ver la tele o no hacer nada, le dije que me enseñara, ya sabes, todo eso de hacer preguntas, y le pedí prestado su tarot, y pues me dije que si aprendía bien, le seguía y si no, pues ya otra cosa haría, ¿No te animas a que te lea las cartas?, No gracias, pero si se de alguien te diré ya que te he visto pasar varias veces -le dije; antes de irse preguntó de nuevo por el alimento de gato, ya que dice tener un gato blanco. Me dio una copia con propaganda astrológica, resaltando que en todas las lecturas se incluye un amuleto y algo de herbolaria, un número de móvil y firmado: Astróloga Lizbeth. Se despidió con una sonrisa y medio cerrando sus ojos con sombra azul, se fué con su bici de una sola llanta de goma y la otra de fierro rechinando sobre la acera, caminando medio descalza con un esbozo de lo que fueran sus zapatos. Siempre con su bici, como un ciego a quien lo lleva su lazarillo.
La señito del chemo
Antes de entrar de lleno en la historia de este singular personaje, alguien ha de preguntarse ¿qué es el CHEMO? No es más que resistol o mejor dicho, pegamento industrial, muchas personas se drogan empapando un trozo de tela y van aspirando esta sustancia.
Esta señora llegó en diciembre al consultorio atraída por una camada de cachorros que teníamos ahí, nos saludó y nos dijo que teníamos que cuidarlos bien, darles agua tibia y mucha comida, por que en caso contrario, se enfermarían hasta morir (los tres colegas nos volteamos a ver entornando los ojos discretamente como preguntándonos si sabría la señora en donde se encontraba), acto seguido preguntó el precio de los cachorros, y mencionó que daría aviso a su hermano que quería un cachorro, sonrió y se fue. ¿Qué como se que andaba con el chemo? Pues fácil, el peculiar olor, y la desorientación la delataron. Hoy la vi pasar, con su cabello largo y negro a la mitad de la espalda, su mochila verde militar, y sus ropas azul marino, de baja estatura, regordeta y muy morena, iba comiéndose un chicharrón "preparado"... Creo que hoy iba "limpia".
El poeta beodito
Mientras me disponía a retomar la lectura de "Las Intermitencias de la muerte" pasó un hombre medianamente joven, moreno de cabello corto con una camisa de mezclilla y una chamarra debajo de la primera,comiendo pepitas y como buen cochino, escupiendo las cascarillas en la calle. se detuvo a leer un anuncio de una persona que vende conejos y gazapos, de pronto se vuele y dice: ¿gazapo es el conejo chiquito? SI- le contesté, ¿García Lorca tiene un libro que se llama Gazapo? No, -dije, y entró y continuó ¿Puedo ver los peces? No tengo por ahora -dije, ¿Y qué es lo que lee? Las intermitencias de la muerte, ¿De quien es? DE SARAMAGO -dije empezando a fastidiarme, ¡Ah! si... el que hace poco se murió, pero digame tres libros que le hayan parecido muy bellos...
(En este punto en verdad que me estaba sacando de mis casillas, me levanté del banquito y puse expresión dura, su voz como cantinflezca y extraña, sus ojos que veían cada uno en diferente dirección y a cada palabra sacaba una pepita de la bolsa de su camisa... y me pareció que olía a "chupirul" (trago, alcohol), si, me fastidió)
... A lo de los tres libros le dije que no recordaba ni uno solo, y el epezó a nombrar tres, que uno de Nietzsche, otro de Rimbaud y los poetas malditos, y terminó con Borges, que si había yo leído el Aleph, que yo era un personaje en ese escrito... ¿Puedo describir su personaje? No, -dije ya en serio enojada, ¿Me regala 2 minutos? No -dije otra vez. Pero lea el Aleph, ahí aparece usted con su bata blanca y hablando yo con usted como ahora... Creo que distinguió mi enojo entre todas esas pepitas que se había venido comiendo y se fue diciendo que leyera el Aleph. Este último personaje me parecó engendrado en los mñas oscuros y nada ventilados rincones de la Facultad de Filosofia y hirebas, perdón... letras...
El trapo... EL TRAPO, EL TRAPO, EL TRAAAPOO!!